domingo, 6 de agosto de 2017

Estudio en escarlata. (Sir Conan Doyle).

Estamos constantemente adquiriendo conocimientos y gestionando aprendizaje mediante la aprehensión y descomposición de objetos iniciando tales procesos por la apreciación u observación y culminando en abstracciones mentales, pensamientos e incluso juicios de valor; aún a pesar de que muchos de los procesos siguen una secuencia jerárquica que se consideraría comúnmente inherente, no significa que todos sigan una estructura definida e invariable, sin embargo, idear un método e incluso apegarse a un proceder sistemático preestablecido adecuado al contexto y situaciones específicos proporciona alguna clase de garantía en el resultado que se desea obtener respecto de las metas y objetivos que inicialmente se proponen.
            Es el caso de la situación que se puede analizar a partir de la lectura de Estudio en escarlata, parte de la obra escrita por Sir Conan Doyle como parte de las aventuras del detective Sherlock Holmes, puesto que se describe en un primer acercamiento como Watson, (personaje altamente conocido de las proezas de Holmes) conoce a éste último a su regreso de su servicio como médico militar británico en el conflicto armado con Afganistán. Desde su primer encuentro Watson nota que su próximo compañero de habitación es una persona bastante observadora hasta el punto del desquicie, puesto que con una simple mirada Holmes puede descifrar bastantes aspectos que no son ni cercanamente evidentes a la vista del resto.
            Así Watson se pregunta cuál será el oficio de su muy tranquilo, interesante y extravagante compañero de vida, puesto que en vista de su retiro del ejército dispone del tiempo para indagar más detenidamente las actitudes, fortalezas y debilidades de éste, es de esa manera en la que nota que Sherlock tiene conocimientos en un nivel práctico bastante admirables, pero que en los aspectos políticos, sociales y económicos podría considerarlo una verdadera vergüenza. Después de anotar todos esos aspectos es una hoja de papel, Watson se rinde al tratar de adivinar sobre su ocupación, puesto que no entiende como encajan todos esos conocimientos para ser útiles en sus labores diarias, posterior a tales conclusiones abandona ese propósito.
            En cierta ocasión, Watson se levanta una mañana más temprano que de costumbre y encuentra aún a Holmes desayunando en la cocina, es ese día en el que se entera que es un detective incluso mejor que los más afamados de Londres, ya que ellos suelen acudir a él en busca de consejos que les faciliten el trabajo de criminalística, todo esto en virtud de las espectaculares habilidades en química, física, anatomía y medicina que ha desarrollado, y que mantiene fortaleciendo mediante las arduas prácticas.
            Aquella mañana le es entregada a Sherlock una carta en la que se requería su presencia para proporcionar su opinión respecto de un caso de homicidio reciente en el que el cuerpo no tiene ninguna herida pero existe sangre fresca en la locación donde fue encontrado el cuerpo de un neoyorquino, solicitud a la que se resiste pero finalmente es aceptada gracias a la labor de convencimiento de Watson, mismo que con curiosidad lo acompaña a revisar la escena del crimen. Holmes comienza con el pie derecho al tratar de mantener lo más intacta posible el lugar de los hechos delictivos, para poder analizarlos y recabar datos con la más alta objetividad.
            Al estar a una distancia considerable de la casa en la que fue encontrado el cuerpo baja de la carro rentado y observa huellas de un caballo con tres herraduras viejas y una nueva, también las de los pasos tranquilos de dos hombres: uno con botas más delicadas que las del otro, huellas de botas de uso más rudo por toda la habitación, olor ácido en los labios del difunto, expresión de cierto odio en su rostro, un anillo de mujer y una palabra alemana que significa castigo escrita con sangre en la pared. Con base en todo lo anterior los detectives piensan que la asesina es una mujer que lleva por nombre Rachel, mientras que Sherlock sostiene que el asesino se trata de un hombre corpulento con rostro ovalado, mucho más alto de lo normal y no de una dama. Posteriormente procede a interrogar al velador de la zona, mismo que le relata todo lo visto por él la noche del homicidio, cuando hace referencia a la ayuda que le prestó a un hombre borracho que coincidía con el perfil que había establecido, repara en que el oficial tuvo a su alcance al autor de tan atroz acto.
            Mientras los detectives “profesionales” continúan haciendo conjeturas por su cuenta Sherlock actúa de la misma manera, poniendo un anuncio en el periódico sobre un anillo de oro encontrado puesto que al saber que volvió a la escena del crimen se debía a que ese anillo significaba algo para él o se trataba de alguien avaricioso. Una anciana acude a recoger el anillo, cuando Holmes la sigue hasta cierta dirección y llega al destino, se topa con que la anciana ya no se encuentra en el carro, por lo que entiende que el homicida cuenta con un aliado muy audaz.
            Posterior a eso, los detectives arrivan a su casa con nuevos datos, de hecho, uno de ellos cree haber encontrado ya al culpable. Otro creyó que el asesino era el asistente de la víctima pero se encontró con su cadáver algo rígido, cuando comenta a Holmes todo lo que analizó en la habitación de hotel, le aporta los últimos elementos para cerrar el caso, pues recogió unas pastillas solubles en agua que contenían veneno, así, aunque los detectives de Scotland Yard no encuentran salida aparente para lo que se les presenta, Holmes lo tiene más que resuelto y a unos pocos momentos de atrapar al asesino.
            Cuando un carro llega a buscarlo, todos en el lugar se quedan sorprendidos por tal situación, pero en cuanto Sherlock Holmes le coloca unas esposas policíacas y lo presenta como el culpable, todo cobra sentido. Explica que cuando manda a pedir expedientes sobre la víctima descubre que había hecho una denuncia sobre un antiguo rival de amores que lo estaba amenazando incluso durante su estadía en Europa, buscó el nombre como un chófer de carro y lo encontró fácilmente gracias a los niños mendigos de los que se hacía valer.

            La diferencia entre el proceder sistemático de Holmes en contraposición del de sus colegas es que no se encontraba estrictamente limitado, es decir, no se regía por un pensamiento convergente que le permitía llegar a las mismas conclusiones a partir de los muchos datos recabados, sino que llegaba a conclusiones distintas a partir de un puñado de esos datos y luego reducía esas conclusiones en medida en que otras variables iban limitando la situación, todo ello aunado a sus instintos natos, así como sus métodos poco usuales de indagación e investigación que tenían resultados prácticos más eficientes le proporcionaron en todo momento la ventaja a este detective excéntrico.

-- América V. Benítez García --

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